Derechos de autor o la proeza de vivir con el 10% del precio de venta
Clipping | 24 de abril de 2023 | #92
Los escritores se ven obligados a combinar varios trabajos para subsistir. Los editores realizan en ellos una inversión de riesgo por la que reciben entre el 7% y el 15% . [Irene Juárez | EPE]
De los escritores se tiende a pensar que trabajan por vocación, no para ganarse la vida. La profesión literaria es de aquellas lastradas por una concepción romántica que recae sobre la figura del autor y sobre todo lo que le rodea, incluido su editor. De hecho, solo el 15% de los autores pueden dedicar su tiempo exclusivamente a producir.
"Es muy difícil vivir solo de la literatura. Casi todos los autores tenemos otros trabajos. Y no cobramos grandes cantidades, incluso cuando el libro está bien pagado", explica la escritora Montse Barderi. No es de extrañar, si se tiene en cuenta que el beneficio que el escritor recibe por su libro en contadas ocasiones supera el 10% del precio neto de venta. Esto es: si se venden 3.000 ejemplares a 20 euros cada uno, el autor cobraría 6.000.
La industria de impresión suele quedarse entre el 15% y el 20% del total. La distribuidora, entre el 35% y el 40%. Y la editorial, entre el 20% y el 25%. De ahí salen las campañas de márketing, promoción y mantenimiento de la estructura de la editorial. Por lo tanto, "un margen neto normal, satisfactorio para el editor, iría del 7% al 15%", asume Ernest Folch, editor, periodista y propietario de la editorial Navona.
"Es un negocio de prueba y error, donde muchas veces se pierde", advierte Folch. Por eso pasan muchos filtros: el porcentaje de libros que llegan a una editorial y que finalmente se acaban editando es inferior al 5%.
2. El reverso tenebroso de la lectura: jerarcas nazis, filósofos parlantes y fétidos lodos
Existe un extraño consenso en que leer libros es una actividad intrínsecamente positiva y apta para todos los públicos, una unanimidad que resulta sospechosa. Para algunos autores, las cosas no están tan claras. [Sergio C. Fanjul | El País]
“El humanismo siempre ha creído, un tanto ingenuamente, que la lectura es el instrumento humanizador por antonomasia, el que nos hace más empáticos y bondadosos, más inteligentes y racionales, pero la historia se empeña en demostrarnos que eso no es así, que los usos que se han hecho de la lectura pueden ser tan perversos como benévolos”, explica Joaquín Rodríguez, autor de los ensayos La furia de la lectura (Tusquets) y Lectocracia: una utopía cívica (Gedisa).
Los dictadores, según explica Rodríguez, entienden perfectamente el valor de los libros, “por eso prohíben la mayoría y permiten solamente aquel o aquellos que garanticen la asimilación y acatamiento de un credo y una consigna. Se lucha siempre por la imposición de un libro único y de una única lectura legítima de ese libro”.
Pero a pesar de todas estas ventajas, la ciudadanía no parece ser tan adicta a la lectura como a otros vicios. Es que la lectura requiere atención y esfuerzo. En su libro Sobre el arte de leer. Diez tesis sobre la educación y la lectura (Plataforma Editorial), el pedagogo Gregorio Luri explica cómo, si bien el habla es una habilidad natural, que adquirimos sin querer, como absorbida del entorno, la lectura no es tan natural. No hemos nacido con una predisposición, aprendemos con mucho esfuerzo y luego cuesta otro tanto ejercitarla: leer es un arte. Rodríguez coincide en que ese carácter adquirido hace fútiles las campañas de fomento de la lectura basadas en la publicidad de ciertas mejoras intangibles, sobre todo ahora que la oferta cultural está fragmentada y es tan abrumadora.
3. Los saldos, esa segunda vida de los libros nuevos antes de llegar a la segunda mano
La dinámica feroz del mercado editorial, que obliga a las compañías a renovar sus catálogos constantemente, provoca que muchos de los títulos acaben destruyéndose o saldándose. [Laura García Higueras | El DiarioES]
“Sabemos que se destruye mucho porque hay editoriales que piensan que saldar es una pérdida reputacional. Las más grandes suelen hacer paquetes de títulos que ofrecen a mayoristas, que ejercen de intermediarios entre ellas y los puestos de venta que acogen estos volúmenes. Hay algunas que incluso no permiten que sus libros se salden en España y se envían directamente a Latinoamérica”, exponen a este medio desde la librería Libros Fugitivos, que comercia con este tipo de obras vía online.
“Cada editorial y cada saldo son un pequeño mundo”, aclaran, “algunos saldan como manera de purgar almacenes, para poder seguir editando títulos o incluso porque quiebren. Todo es muy variable”. Y lamentan: “Se debe destruir muchísimo más de lo que llega a tener una segunda vida en saldo. Es una verdadera pena”. En su caso, comparten que esta tesitura se debe a “la presión que hay en el mercado del libro nuevo”. Marçal Font, presidente del Gremi de Llibreters de Vell de Catalunya, señala a elDiario.es que otra de las razones por las que se opta por la destrucción de títulos es que “los almacenes son muy caros. Estamos hablando de miles de libros”.
Desde la librería defienden que el hecho de que un título no se haya vendido, no quiere decir que no tenga calidad. Una postura que sostiene igualmente Javier Cañil: “Antes las editoriales tenían miedo de que se entendiera que si un libro se estaba saldando es porque era malo. Y no es culpa ni del libro ni de la editorial. Es culpa de un mercado que requiere demasiado movimiento”.
4. ‘Revista de Occidente’, 100 años escribiendo el futuro
La publicación fundada por José Ortega y Gasset en 1923 nació para moldear con ideas la cultura en español. Un siglo después, sigue fiel a ese propósito. [Javier Martín-Domínguez | Coolt]
¿Qué puedo hacer para renovar un país? La receta para un filósofo mediático, como fue José Ortega y Gasset, estaba clara: utilizar los medios de comunicación. Por eso creó la Revista de Occidente, en julio de 1923. Argentina y México, además de España, han sido sus focos más claros de influencia a lo largo de un siglo.
“Me gustaría que me recordasen como Ortega, el americano”. Así de claro tenía el filósofo español el horizonte de mira hacia la otra orilla. De hecho, haría de Buenos Aires su segunda residencia, antes y después de su exilio, arropado por su íntima amiga Victoria Ocampo, quien, de la semilla de Revista de Occidente, alumbraría en Argentina la revista Sur. Dos publicaciones hermanas que sirvieron para dar a ambos lados del Atlántico la bienvenida a la modernidad.
Revista de Occidente nacía y quería dar respuestas al gran cambio que estaba experimentando la sociedad en los “locos años veinte”: el vértigo de la innovación tecnológica y el despliegue de nuevos conocimientos que iban desde el psicoanálisis a la física, pasando por los ismos de las vanguardias. También será la puerta de acceso a la cultura en español de los Proust, Kafka, Joyce, Mann, Dos Passos, Hemingway, Faulkner, Woolf. Y no solo de los escritores. También estarán en sus páginas Bertrand Russel, Keyserlingen o Freud, y una amplia lista de colaboradores iberoamericanos.
5. Andrea Marcolongo, filóloga: “Todo lo que estamos viviendo ya ha sido vivido”
La escritora italiana, afincada en París, es un fenómeno internacional. Conocedora de la Grecia y la Roma antigua, en su último libro enseña a resistir. [Marc Bassets | El País]
“No sé bien cómo funciona la inteligencia artificial, pero vamos a internet, hacemos una pregunta y hay un algoritmo que nos contesta. Cuando yo tengo una incertidumbre, basta con abrir los textos clásicos: todo lo que estamos viviendo, lo que vamos a vivir y lo que hemos vivido ya está escrito y ya ha sido vivido. Esto es tranquilizador: saber que no soy la primera ni la última. Alguien ya ha vivido, alguien ya ha probado la vida”.
P. ¿Qué tenían los Antiguos para haber podido decirlo todo? R. “Yo creo que había una visión del mundo muy humana. Un sistema político en el que hombre democrático estaba en el centro. Un sistema filosófico: la pregunta no era solo si hay dios o no, o qué pasará después de la muerte, sino: ‘Empecemos a vivir aquí, a dar un sentido a esta vida’. Era un mundo nada dogmático: había varias respuestas para la misma pregunta, no verdades absolutas. Y había un idioma, el griego antiguo, gramaticalmente hecho para pensar y poco útil para hacer negocios. El griego tiene muchos substantivos abstractos y da la posibilidad de formar nuevas palabras para expresar nuevas ideas. Además, había mucho menos miedo de la muerte”.
6. Gabriel Mamani, escritor: “En sociedades con mentalidad colonial, el horizonte es la blanquitud”
El escritor boliviano, residente en Brasil, dibuja un relato de despertar adolescente atravesado por el racismo, el sentimiento de extrañeza y el k-pop con la dimisión de Evo Morales de fondo. [Ángeles Oliva | El DiarioES]
En Seúl, São Paulo (Periférica, 2023) planea la cuestión de la pertenencia a una comunidad, la construcción de una identidad: la bolivianidad. Los personajes parecen buscarla y rechazarla, meterse en ella y salir corriendo. “Las identidades son negociables, movedizas. Ciertos rasgos identitarios pueden tener un valor simbólico determinado en un lugar y uno muy diferente en otro. Más allá de buscar una bolivianidad, creo que los personajes experimentan, atraviesan y padecen una idea vetusta y al mismo tiempo vigente de lo boliviano, un imaginario construido sobre los cimientos del racismo y otras exclusiones sistemáticas”, explica Gabriel Mamani desde Brasil.
El escritor dice desconfiar de la palabra “mestizo”, afirma que las élites que dominan el país han querido esconder tras ella la discriminación racial, y la población ha crecido negando su parte india. “El mestizaje es un espejismo en Bolivia. En sociedades con mentalidades coloniales como las latinoamericanas, el horizonte es la blanquitud. El discurso del mestizaje sirve como maquillaje que funciona para sacar a relucir la riqueza de las culturas ancestrales y, al mismo tiempo, para fingir que no existen violencias hacia los herederos de esas culturas”, afirma el autor.
7. El club de los poetas (británicos) muertos
El poeta Fernando Valverde reconstruye en su libro, ‘La muerte de Adonais’, los últimos días de los románticos ingleses John Keats, Percy B. Shelley y Lord Byron. [Mauricio Bach | The Objective]
Entre 1821 y 1824, en un lapso de cuatro años, fallecieron los tres grandes poetas británicos de la segunda generación del romanticismo. Sus finales presentan dos coincidencias significativas: todos murieron lejos de la patria y a edad temprana. John Keats, el primero en irse, tenía solo veinticinco años; Percy B. Shelley, veintinueve, y Lord Byron, el último en desaparecer, treinta y seis. Fernando Valverde reconstruye en La muerte de Adonais (Planeta) los últimos días de estos tres titanes, herederos de Coleridge y Wordsworth, las dos figuras más relevantes de la primera generación de románticos ingleses.
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