Grandes libros pequeños para tiempos difíciles: el 'boom' del miniensayo
Clipping | 3 de junio de 2024 | #344
Los pequeños ensayos, esos libritos que abordan un tema en un centenar de páginas, viven un momento dulce, con nuevas colecciones y fenómenos nada desdeñables. [Leticia Blanco|EPE]
Son pequeños y ligeros, casi del tamaño de una postal, y caben en el bolsillo trasero del pantalón. Sus portadas suelen ser sencillas, de colores vistosos, y muchas veces ocupan en las librerías el mismo lugar estratégico que las pilas, las chocolatinas y los chicles en el supermercado: al lado de la caja, listos para ser añadidos en el último momento como compra impulsiva, de capricho. Los pequeños ensayos, esos libritos que abordan un tema en un centenar de páginas, viven un momento dulce, con nuevas colecciones y fenómenos nada desdeñables, como ‘Ofendiditos’ (Anagrama) de Lucía Lijtmaer, que ha superado los 25.000 ejemplares o ‘Siempre han hablado por nosotras’ (Planeta) de Najat El Hachmi, con más de 10.000, que catapultó a la autora catalana a la esfera nacional.
En un mundo lleno de infinitas posibilidades de ocio y distracciones, los ensayos cortos parecen llevar la promesa implícita de que, esta vez sí, no los dejaremos a medias apilados en la mesita de noche y lograremos acabarlos. “El formato corto permite destilar un tema y es verdad que te los acabas rápido. Es asombrosa la facilidad con la que circulan de mano en mano. Esa es su misión, la de intervenir y estar ahí, en la discusión”, señala Isabel Obiols, la editora de Nuevos Cuadernos de Anagrama.
“Es un formato que adora todo el mundo: los lectores, los autores y los libreros”, explica Miguel Aguilar, editor de En Debate, la nueva colección de ensayos cortos que lanzó hace unos meses Penguin Random House en la que se han publicado desde una antología de textos sobre mujeres de Susan Sontag (el que más ha vendido de momento) a un libro sobre el alcoholismo de Bob Pop (‘Como las grecas’). “Para los autores es una distancia cómoda, les permite presentar un argumento y no tener que hincharlo a base de datos y disquisiciones. Son diseños vistosos, muy cuidados, y los libreros pueden colocarlos cerca de la caja. Es un formato que al lector se le puede antojar y como suelen ser libros baratos, se los compra”, apunta Aguilar.
Para situar el inicio del actual momento feliz del ensayo hay que remontarse hasta 2015, un momento político muy efervescente. Podemos venía de debutar con un sorprendente resultado en las elecciones europeas, el procés y la nueva ola feminista estaban en plena ebullición y, tal y como recuerda Isabel Obiols, “los nuevos liderazgos más autoritarios empezaban a sacar la patita”. Fue entonces cuando en la editorial barcelonesa surgió la idea de retomar los ‘Cuadernos Anagrama’ de la primera época del sello.
2. La otra Feria del Libro: raros artefactos poéticos y editoriales novatas
Este año la pequeña feria Indómitas, dentro del gran evento, dedicada a las ediciones subterráneas, dobla su presencia temporal. Además, siete editoriales debutan en el gran evento libresco. [Sergio C. Fanjul|El País]
“Nuestra filosofía es mostrar aquellas publicaciones, revistas ensambladas, fanzines, libros-objeto, que se saltan la estructura convencional de libro, tanto en su formato físico como en el modo de distribución, por canales no habituales”, explica el coordinador Pepe Olona. De hecho, el requisito para estar en Indómitas es “incumplir” alguno de los requisitos normales para participar en la Feria. Por ejemplo, es preciso no tener distribuidora, no haber solicitado participar en la Feria ni haber estado antes; y se aceptan libros sin ISBN (que viene a ser el DNI oficial de los libros). Es decir, libros de artista, autoediciones, objetos poéticos… y hasta donde llegue la imaginación. Aquí hay mucha.
¿Qué es eso de una revista ensamblada? “Se las llama de muchos modos: experimentales, ensambladas, objetuales… pero yo prefiero llamarlas raras, que lo entiende cualquiera”, dice Pepe Murciego, artífice de la ya clásica revista La Más Bella, que celebra su 30º aniversario (reparten una postal con instrucciones para que cada uno celebre el cumpleaños de la revista en su propia casa). No son revistas con páginas impresas: son cosas. Uno de sus números es una caja de juegos reunidos, otro una colección de mapas de España troquelados, de los que se usan en las escuelas, otra es un delantal que guarda un texto en cada bolsillo. “Cualquier cosa puede ser una página, cualquier cosa puede ser un libro”, dice Murciego.
La editorial Eloísa cartonera, que viene de Argentina, lleva más de 20 años publicando libros hechos con cartón industrial procedente de cajas normales y corrientes. “Son libros artesanales, fabricados con el cartón de las calles”, dice la editora María Gómez. “En la crisis de principios de siglo en Argentina mucha gente se quedó sin trabajo y salía a la calle a recoger lo que fuera: cartón, vidrio, papel, metal”, cuenta. De ese fenómeno de los cartoneros, unido al efervescente activismo poético y el arte contemporáneo, surgió esta editorial, cuya filosofía luego se ha difundido a diferentes países latinoamericanos. Cada portada ha sido dibujada a mano con pintura de colores y es única. Dentro se encuentran textos cedidos por autores de renombre como César Aira, Ricardo Piglia, Fabián Casas o Diana Bellessi, hasta más de 200 títulos. “Hacemos libros con los desechos de la sociedad de consumo”, dice Gómez.
Las editoriales «indómitas» de la Feria del Libro, cuyo requisito es no cumplir las normas [Zenda]
3. Independientes y líderes, la osadía de las editoriales desde Madrid: "Los grandes sellos ya nos copian"
Sacuden el rumbo de un sector erigido desde Barcelona por gigantes: "Arriesgamos con temáticas que eran su carencia" / Alertan de que "la bibliodiversidad y la pluralidad" de la Feria está en juego si excluye a los nuevos proyectos. [Ruth Díaz|El Mundo]
Frente al modelo tradicional, Páginas de Espuma, Círculo de Tiza, Tránsito y Capitán Swing, cada cual desde fórmulas tan arriesgadas como -en resumen- el cuento, el periodismo literario, la literatura de autoras y el ensayo crítico, han sabido con su «singularidad crear un espacio extraordinario», como analiza el decano, Juan Casamayor (junto a Encarnación Molina, son Páginas de Espuma desde 1999). Lo que, por supuesto, «ya copian» aquellos competidores gigantes, confirma en comunión Eva Serrano (artífice de Círculo de Tiza, desde 2014).
Con sus maneras propias y mucha resistencia, estas independientes han hecho que «Madrid también sea una gran capital del libro», proclama Sol Salama (Tránsito, desde 2018), y que la ciudad se haya convertido «en la Barcelona del boom de los 60, con la llegada de escritores y escritoras de Latinoamérica, que es llamativa: la última que se ha quedado ha sido Natalia García Freire», apostilla Casamayor, que cuenta con cuatro empleados en el continente vecino.
Casamayor recuerda que su editorial es «la única que disfruta de que los autores de los grandes grupos digan: 'Te doy las novelas, pero los cuentos se los doy a Páginas de Espuma'», porque «la industria había dado la espalda a ese género». Igual sucedió con la autoría de mujeres: Salama, pionera, creó Tránsito desde una «propuesta radical feminista», al descubrir con rabia que casi todos los libros leídos y subrayados durante su adolescencia fueron escritos por hombres, y por intentar «revertirlo para las generaciones que vienen y erradicar la condescendencia con la que siempre se ha leído a las autoras».
4. La librería expulsada por pisos turísticos y acusada de fomentar la gentrificación en Madrid: “Somos cercanos por vocación”
Desperate Literature lanza un 'crowdfunding' después de que un fondo les obligue a dejar su tienda en el centro de la capital y entre reproches en redes por contribuir al turismo masivo: “Peleamos entre nosotros mientras supercorporaciones aprovechan para forrarse a nuestra costa”, dicen en su defensa. [Guillermo Hormigo|El Diario.ES]
“Nos costó 10 años construir Desperate Literature con nuestras propias manos”, relata Terry. Hace dos, ya completamente asentados, recibieron la noticia de que debían abandonar el inmueble. Desde entonces, y hasta que apareció la frutería de Ana y Luis, la impotencia se había apoderado de la plantilla: “No queríamos irnos a un sitio en el que pudieran echarnos de nuevo en unos años. Estuvimos seis o siete meses buscando. Cada vez que parecía que iba a ser la buena, de repente entraba gente con muchos más fondos. Nuestra situación era muy precaria”.
Jorge prefiere centrarse en las diferencias entre un pequeño negocio como este, independientemente de sus características, frente a “una macroempresa que solo quiere generar el máximo beneficio sin aportar nada al barrio”. Y añade: “Aquí nadie se está haciendo millonario. Somos cercanos por vocación, trabajamos para crear un espacio de encuentro y para que la gente no compre libros en Amazon. Creo honestamente que eso no es muy gentrificador, más bien al revés, por mucho que vendamos libros en inglés”.
5. Margarita Robayo: “El mundo exterior se ha convertido en un enemigo, en una bestia desatada”
La escritora acaba de publicar 'Alegría' y 'El afuera', dos libros que dibujan la violencia de un mundo descuidado y determinante. [Angelica Francesca Rimini|El Cultural]
"La vida se convierte en una ficción insostenible, porque en algún momento hay que salir del barrio a enfrentar la bestia y, cuando se pierde la costumbre de lidiar, la bestia se vuelve más salvaje. Los que enfrentamos a la bestia a diario tenemos esta carcasa que nos hace resistentes", escribe Margarita García Robayo (Cartagena, 1980) en su libro El afuera (Anagrama).
El afuera describe la violencia de las ciudades, provocada por la desconfianza del espacio publico. A través de una familia que está obligada a encerrarse por la amenaza de un virus, Robayo reflexiona sobre las dificultades más sutiles del vivir, la crianza, los niños, los traumas, la construcción de la memoria, el miedo a lo desconocido. Las estructuras de la ciudad toman posesión del control de la vida de las personas. "Si quieres quedarte, tienes que seguir la simulación. Todo lo que se desprende se vulnerabiliza, se rompe".
6. Librería Galatea, el don de la vida en sus estantes
En 2002 nació en Cambrils la segunda de las dos librerías de humanidades que hoy es Galatea. [Rafael Vallbona|EPE]
Joan Peñas (Barcelona, 1957) dejó su trabajo de químico en Castelló y, junto con su pareja, se afincó en Reus (109.000 habitantes) porque ambos querían vivir en una ciudad pequeña. A finales de 1987, abrieron la librería Galatea en unas galerías que fracasaron, pero no se rindieron. Meses después se mudaron a la antigua librería La Tronada y, en 1995, al local actual, un bello edificio modernista de 1904 que ampliaron manteniendo su personalidad y que modernizaron en 2015. Hoy, Galatea son dos librerías generalistas de humanidades -280 metros cuadrados en Reus y 110 en Cambrils- que, como el mito griego, tienen el don de la vida en sus estantes.
7. La lucha de la literatura indígena: “Cada niño tiene derecho a escuchar su historia en su propio idioma”
Comunidades nativas de todo el planeta, del Ártico hasta Australia, impulsan la publicación de obras infantiles y juveniles sobre temáticas locales y en lenguas autóctonas. [Tommasso Koch|El País]
“¿Qué significa ‘representación indígena’? ¿Hablar de esos temas, sin que los autores e ilustradores pertenezcan a esas comunidades, lo es? ¿Y libros de creadores indígenas, pero sobre otros asuntos? ¿U obras en idiomas autóctonos, pero realizadas en otro sitio, lejano respecto al pueblo?”, cuestionaba Santos en Bolonia. Y recordaba que una declaración aprobada unánimemente por la Unesco en 2001 elevó la diversidad cultural al nivel de “patrimonio común de la humanidad”, tan “necesaria como la biodiversidad para la naturaleza”.
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Por Rocío Wittib.