La Semana Negra de Gijón se sumerge en la memoria histórica
Clipping | 11 de julio de 2023 | #146
El director del festival, Ángel de la Calle, nos da las claves de su 36.ª edición, que se celebra hasta el 16 de julio en la ciudad asturiana. [Claudia Vaquero Reina | El Cultural]
El viernes comenzó el festival literario de la Semana Negra de Gijón. En esta nueva edición se tratará la novela histórica y la lucha contra la desmemoria. Según el director del festival, Ángel de la Calle: "Este año participan 240 personas en total. Aunque no todos son escritores, entre los componentes de esta edición también hay políticos, periodistas, psicólogos…".
El tema de este año es 'Memoria e Historia'. Según de la Calle este tema es muy relevante para la novela: "Siempre hemos visto la memoria como un tema importante. Evidentemente leer es memoria. La lectura nos permite saber adónde vamos y de dónde venimos. En la vida real está plagada de injusticias, de ladrones que no van a la cárcel, de políticos corruptos que se salen con la suya, pero en la literatura no. La literatura ilumina estos tiempos tan oscuros."
Para el director, la novela negra y la memoria son dos términos que van de la mano: "El género negro permite hablar de la memoria, muchas de estas novelas están ambientadas en la historia pasada. Este año queríamos unir ambos términos."
Entre los participantes de esta edición se pueden encontrar escritoras como Laura Más con su obra La maestra de Sócrates, ambientada en la antigua Grecia, o Cristina Fallarás con la historia de Juana la Loca en La Loca. Entre los escritores que intervendrán con sus novelas históricas españolas se podrá ver a Alfonso Mateo-Sagasta con su obra más famosa, Ladrones de Tinta, del Siglo de Oro español, y José Manuel Fajardo con Odio,una novela que trata de dos psicópatas europeos ubicados en diversos lugares en tiempo y espacio, uno en el Londres del siglo XIX, otro en París del siglo XXI.
2. Sudakasa, una residencia de escritura migrante, decolonial y antipatriarcal
Gabriela Wiener, María Fernanda Ampuero y Claudia Apablaza, entre otras escritoras latinoamericanas, ponen en marcha un proyecto literario y artístico en una casa rural de Guadalajara. [Público]
Hazlo tú misma: Sudakasa. "Un espacio de experiencia para la escritura y el arte en comunidad", como reza el lema del proyecto de varias escritoras, gestoras culturales, artistas y editoras latinoamericanas afincadas en España, quienes se han propuesto convertir una vivienda rural de Illana (Guadalajara), a orillas del río Tajo, en un mapa a escala de los pueblos del Sur, de las excolonias españolas. "Una casa de convivencia que reivindique el hecho generador de las personas migrantes y, en particular, de las sudacas", explica a Público la ecuatoriana María Fernanda Ampuero, una de las organizadoras.
A las autoras Ampuero, Wiener y Apablaza, se suman otras escritoras aliadas para arropar la salida de Sudakasa: Lucrecia Masson, Mónica Ojeda, Brenda Navarro, Natalia García-Freire, Daniela Tarazona, María Gómez Lara y Andrea Aldana. Son parte de "la familia" también la escritora Claudia Ulloa, el gestor cultural Jorge Núñez Riquelme y los poetas y editores Jaime Rodríguez Z y Francisco Jurado Chueca, quienes participarán en dos mesas donde se hablará del oficio, pero también de sus derechos, pues pretenden ser "una voz que cuestiona una realidad inamovible", según las organizadoras.
"Queremos ser una trinchera crítica y politizar nuestro trabajo, que no consiste solo en elaborar productos de consumo, porque las escritoras, por ese bien intangible y artístico que es el libro, nos llevamos un porcentaje muy bajo, más allá de que las editoriales y librerías sufran lo suyo por razones sistémicas, más allá de la meritocracia o de que es de sentido común que los y las autoras, como colectivo, deben recibir mejores compensaciones por su trabajo. No somos guionistas de series pero es necesaria una redistribución", argumenta Wiener.
3. Esther García Llovet: «Cuando alguien me pregunta por qué escribo, me dan ganas de decir que, si supiera hacer bien otra cosa, haría otra cosa»
Esther García Llovet (Málaga, 1963), creadora de un universo literario único en la narrativa española reciente. Certera y sin rodeos, pero también mágica y llena de resonancias. [Sara Mesa | Jot Down]
P. ¿Cómo fue esa primera etapa en la que cambiaste mucho de casa? ¿Cómo te encontrabas como escritora? ¿Cómo fue ese camino? R. ¡Hostia puta!, pues no sé. Lo raro es que yo no me veo como escritora todavía. ¿Cómo fue ese camino como escritora? Hablamos de cuatro libros, pero yo tenía la sensación de que no escribía para nadie, yo escribo siempre para mí. La cosa de que además me publiquen es como un bonus track, pero nunca pienso en eso. Me sorprende mucho cuando alguien en las ferias del libro me viene con un libro para que se lo firme, me parece muy raro. Siempre creo que a mí no me lee nadie o que la gente que me lee no entiende que la persona que está viendo en la feria es otra.
P. De tu escritura se suele decir que es seca y rápida, pero yo destacaría más el sentido poético, la plasticidad de las descripciones y la fuerza de los diálogos, cómo eres capaz de recoger la riqueza del lenguaje oral. ¿Cómo lo consigues? ¿Escuchas a tu alrededor? ¿Observas y registras metódicamente? ¿O es más bien tu manera de estar en el mundo? R. Es mi manera de estar en el mundo, no hay ningún método ahí. Mira, a mí no me gusta estar rodeada de mucha gente porque oigo todas las conversaciones. Anoche en una cena las oía todas, es que es la hostia, cuando hay mucha gente, me tengo que ir porque estoy oyéndolo todo. Hay momentos que pienso: o me largo de aquí o me vuelvo loca. Cuando me levanto por la mañana, pongo la radio, a mí me da igual lo que haya pasado en el mundo, así te lo digo, pero tengo la sensación de que, si no estoy oyendo algo, me quedo encerrada en mí misma. A mí lo que me saca de mi cabeza es lo que está haciendo este [refiriéndose a Ángel], que es hacer fotos. Para mí fue superterapéutico comprarme una cámara. Lo que más ha hecho por mi cabeza, para estar bien del coco, es comprarme una cámara, escribir no. Tener una cámara te saca de ti. Pero esto que dices de los diálogos… espontáneamente me gusta enterarme de cómo es la gente. La gente es lo que dice, la referencia siempre es lo que la gente te está contando.
4. El Principito que reivindica el cheli en su versión más castiza: 'El chaval principeras (Con los garrapatos fetén del menda)'
El periodista Álvaro de Benito ha traducido la obra clásica de Saint-Exupéry al sociolecto que dio identidad a Madrid durante los 80 y la primera mitad de los 90. [Santiago Saiz | El Mundo]
Cuando era un ñarra de seis brejes, vi un garrapato fetén. Asi arranca el Principito traducido al cheli. Una idea que Álvaro de Benito alumbró hace una década, cuando reunió más de 40 ejemplares, en diferentes lenguas y dialectos, de la obra de Antoine de Sant-Exupéry. Un libro transformado en objeto de colección porque, según explica, "es popular, es corto y tiene una legión de fans".
Con su pequeña editorial, Libros desde Tuma, en tres años este periodista estudioso de la lingüística y la dialectología ha añadido seis traducciones a las más de 500 del clásico. Cinco de ellas corresponden a dialectos: la palra d'el Rebollal, la haketía, la gacería, el churro y el cántabro. La otra, a un sociolecto, basado en un nexo más sociocultural que geográfico. El cheli. "Madrid tiene el sambenito de que, al ser la capital y estar en el centro, no tiene personalidad propia, pero sí existe un sociolecto que coge muchísima identidad". Un fenómeno que sitúa en los 80 y la primera mitad de los 90.
5. Irène Némirovsky, letras inspiradas por la cobardía contra la colonia judía en Francia
La escritora fue una de las víctimas de la Operación ‘Velódromo de Invierno’, la mayor redada contra los judíos en el París de 1942. Casi 13.000 personas, la tercera parte niños, fueron sacadas de sus hogares camino de la muerte [Begoña E. Ocerin | Noticias de Gipuzkoa]
Irène Némirovsky tenía entonces 39 años. Había nacido en Kiev en 1903 en el seno de una acaudalada familia rusa que tuvo que salir del país como consecuencia de la quiebra económica de su padre. Su primer refugio fue Finlandia para acabar en París donde el patriarca dirigió un banco judío. La holgada situación económica en que vivían permitió que Irène recibiera una esmerada educación. Además de francés y yiddish, hablaba inglés, ruso, polaco, finés e, incluso, euskera.
A pocos metros de la Torre Eiffel se encuentra el Jardín-Memorial de los Niños del Velódromo de Invierno. La noche del 16 al 17 de julio de 1942 ocurrió la mayor redada de judíos que se conoce en París. Los alemanes ordenaron al gobierno colaboracionista de Vichy la detención de todos los judíos adultos extranjeros de ambos sexos censados en la ciudad, pero la policía francesa decidió incluir a los niños de 2 a 12 años, pese a que la mayoría de ellos había nacido en Francia. Según datos oficiales, fueron arrestados 13.152 judíos de los que 3.118 eran hombres, 5.919 mujeres y 4.115 niños. La escritora Irène Némirovsky fue una de ellas. Algunos consiguieron escapar alertados por la Resistencia.
6. Nora Ephron, la escritora que no se hizo a Kennedy porque era judía
'Tinc un coll que fa pena' recopila los ensayos de la escritora americana, que retratan con humor y acidez la vida adulta. [Adrià Puértolas | El NacionalCAT]
"Ahora que me he hecho mayor, soy sabia. Y también he entendido lo que de verdad es importante en la vida. ¿Pero sabéis qué? Es el cuello". Eso escribía la escritora, guionista, directora de cine y periodista norteamericana Nora Ephron (Nueva York, 1941-202) en uno de los ensayos más conocidos de Tinc un coll que fa pena (L’Altra Editorial). La recopilación, que acaba de llegar a las librerías, añade otro volumen a la obra de la neoyorquina disponible en catalán, un corpus literario que se inició con No me’n recordo de res, publicado justo el año pasado. La traducción al catalán en los dos casos es de Carlota Gurt. Dos títulos que Libros del Asteroide también ofrece en castellano.
7. Canetti lee a Kafka
El escritor búlgaro tiene 63 años, está aprendiendo a vivir, todavía no ha producido algunos de sus grandes libros. El breve ensayo ‘El otro proceso’ lo empuja y lo abre hacia todo lo que vendrá después. [José Andrés Rojo | El País]
El otro proceso ocupa en este volumen poco más de 100 páginas; los apuntes de Canetti y las dos conferencias en las que también trata de Kafka y que lo completan, más de 220. En su ensayo, que publicó en 1969, aborda el enorme desafío de hacerse con Kafka a través de las cartas a Felice, que considera una de sus más grandes obras y que, a diferencia de la mayor parte de cuanto escribió, “está acabada”. “¿Qué son esas cartas?”, se pregunta en un apunte. Y contesta: “Se podría definir como la verdadera función de Kafka la de extraer, concentrar y presentar con una claridad inmensa, dolorosísima y peligrosísima ciertos fenómenos de enorme, de sustancial importancia que otras personas viven de forma diluida y dispersa, con los que topan una y otra vez, pero que por su dispersión permanecen en una suerte de nebulosa”.
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