Las ciencias humanas contra la traducción de las máquinas
Clipping | 11 de abril de 2024 | #309
Cuando habla de su profesión, Yolanda Morató (Huelva, 1976) destila entusiasmo por los cuatro costados. O mejor cabría hablar de sus profesiones: profesora universitaria, investigadora, traductora, escritora. [Alejando Luque | Jot Down]
P. Me gustaría empezar preguntándole por un artículo reciente de Lola Pons, compañera suya de la Universidad de Sevilla, en la que lamentaba que no se considere científicas a las filólogas y estudiosas de las humanidades en general. ¿Lo suscribe? R. Absolutamente, lo retuiteé en cuanto lo vi la mañana del sábado. En mi caso, de hecho, prefiero la denominación de Ciencias Humanas en lugar de Humanidades, porque, en cuanto empiezas a separar «ciencias y letras» o «ciencias y humanidades», estás dejando fuera a todos los que aplicamos el método científico en nuestras investigaciones. A las Humanidades se les ha otorgado un halo bohemio que, en el caso de la Universidad, casi nunca tienen: la mayoría de nosotros pertenece a equipos de investigación, en los que, cada uno con los métodos propios de su disciplina, no hace otra cosa que ciencia. Ahí no caben distinciones que no sean las que se establecen entre las ciencias básicas y las ciencias aplicadas.
P. Usted insistía mucho en la sororidad entre libreras, lo que ponía de manifiesto que el librero no es un oficio solitario, sino que forma parte de un sector. ¿Es así? R. Al final, una librera, un profesor o un médico… hay en las grandes profesiones una función de guía, y también de conexión. Cada uno en su terreno lo que está haciendo es orientar a quien viene con preguntas o inquietudes. Y en esa parte, si no cuentas con redes y si no estableces cierta complicidad con el otro…, es muy fácil que te conviertas —en el caso de las librerías— en un supermercado, y no es de lo que se trata.
P. Aquella fe en los diccionarios se ha sustituido por la fe en el Google Translator. ¿Es muy diferente? R. No solo es un error, sino que puede resultar peligroso. La confianza en este tipo de herramientas banaliza la profesión y está creando situaciones cada vez más complicadas de resolver en el plano legal. Es como si de repente dijéramos: vamos a dejar de ir al médico, porque, si busco en Google mi enfermedad, recibiré los resultados que necesito. Hacer consultas en motores de búsqueda de Internet no conduce a nada que no sea obtener una solución rápida para calmar un primer impulso. En el plano lingüístico, el uso amateur de un traductor automático no puede sustituir un trabajo profesional, igual que buscar tus síntomas en Google jamás podrá suplir la consulta con un especialista.
2. Capitalismo racial y la batalla de los esencialismos: la industria editorial
En la industria del libro nos encontramos con que en Estados Unidos del total de autores solo el 6,28% de ellos eran personas negras para el 2020 según cifras de Wordsrated, siendo la población negra del país el 12% del total. [Pablo Muñoz Rojo | El Salto]
Nuevamente en la industria del libro nos encontramos con que en Estados Unidos del total de autores solo el 6,28% de ellos eran personas negras para el 2020 según cifras de Wordsrated, siendo la población negra del país el 12% del total. Pero lo que determina quizás aún más la distribución racial desigual en la industria es la sobre representación de las personas blancas en los puestos directivos de las empresas más importantes del sector, tal es así que como señalaban Richard Jean So y Gus Wezerek los directores de las cinco principales editoriales del país son blancos.