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Lectura enemiga y lectura aliada

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may 13, 2024
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Lectura enemiga y lectura aliada
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Clipping | 13 de mayo de 2024 | #329

La lectura enemiga aprueba las infiltraciones, las escuchas ilegales, el patrullaje cibernético, se sienten autorizados a meter las narices en las ideas que movilizan la vida de los otros y, fieles a su trabajo, abrirán expedientes, elaborarán perfiles y fichas procesales. [Marco Tobón|El Salto]

  • Hay dos modos de leer palabras escritas que, siendo antagónicos, intervienen en los caminos que van orientando nuestras vidas. Primero, aquellas lecturas que, aun cuando ayudan a defendernos de las ofensas de la vida, como diría Pavesse, también nos sacuden y nos abofetean, nos arruinan la inocencia, lecturas capaces de desatar las herejías aprisionadas en las entrañas. Esta es una lectura aliada, que aparece como refugio protector, como impulso de la incredulidad, que traza los caminos confiables de la fuga.

  • De otro lado, se encuentra la lectura del censor, aquella encargada de vigilar los destellos de la consciencia, una lectura entrometida, controladora, fisgona. Aquí se trata de una lectura enemiga, que alude al modo de leer de la inteligencia policial, al modo como lee doña Merceditas, la coordinadora de disciplina, es la lectura del agente encubierto. Estas dos formas de lectura, a fin de cuentas, sustentan actuaciones políticas —y maneras de habitar el mundo— opuestas.

para leer al pato donald
  • Basta apenas que alguien ausculte los engranajes que soportan las jerarquías, interpele la decrepitud moral y reclame lo justo, para que la lectura enemiga se ponga en guardia. Es una lectura que casi siempre ayuda a armar un escándalo. En definitiva, aquí se leen los atrevimientos de la crítica y las ideas que incitan el debate, como peligrosos aguafiestas. Las palabras, vistas por la seguridad secreta, aparecen como pruebas en su contra ante el tribunal de la historia, lo que de hecho pueden llegar a ser.

  • Así fueron leídas, por ejemplo, muchas escritoras feministas. Una muerte muy dulce de Simone de Beauvoir, censurada por la dictadura franquista: “El libro, dentro de su brevedad, respira un tono inaceptable”, “La lectura puede ser perjudicial”. Es esta lectura la que ordenará encender una hoguera a 451° Fahrenheit, como lo hicieron los nazis, o los militares argentinos, artífices de la mayor destrucción de libros en la historia de América Latina, quienes quemaron, un 26 de junio de 1980 en Sarandí, más de 24 toneladas de imaginación (un millón y medio de libros) incautados al Centro Editor de América Latina (CEAL).

  • Lo curioso es que con el tiempo esas lecturas enemigas se vuelven memoria, registros de nuestras andanzas vitales narradas por otra mirada. Solo nos queda volverlas a leer bajo la luz de nuestras propias lecturas aliadas. Quizás Kundera tiene razón cuando dice con tono mordaz “… en los legajos de los archivos policiales está nuestra única inmortalidad”.

2. Azahara Palomeque, escritora: “No es que tenga gusto por las catástrofes, es que es lo que hemos vivido”

La autora regresó a España después de 13 años en Estados Unidos, una estancia que marca buena parte de su obra, que incluye poesía, ensayos, crónica y su primera novela, ‘Huracán de negras palomas’. [Sergio C. Fanjul|El País]

  • “Ya estaba harta”, dice Azahara Palomeque en una terraza del madrileño barrio de Lavapiés. Había pasado 13 años en Estados Unidos, estudiando y trabajando en universidades como las de Austin, Pensilvania o Princeton, donde obtuvo un doctorado en Estudios Culturales con una tesis sobre la literatura latinoamericana del exilio. Suena bien, pero la vida personal no acompañaba.

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